Comentario
Ritos del matrimonio
Siempre va la mujer a velarse a casa del marido, y ordinariamente va a pie, aunque en algunas partes llevan la novia a cuestas, y si es señora, en andas sobre los hombros. Sale a recibirla al umbral de la puerta el desposado, y la inciensan con un braserillo de ascuas y resina olorosa; le dan a ella otro, y le sahúma también a él; la coge de la mano y la mete al tálamo, y se sientan ambos a dos junto al fuego en una estera nueva, llegan entonces unos como especie de padrinos, y les atan las manos una con otra. Estando así atados, da el novio a la novia unos vestidos de mujer, y ella a él vestidos de hombre. Traen luego la comida, y el esposo da de comer a la esposa de su mano, y también la desposada da de comer al desposado. Entre tanto que pasaban todas estas cosas y ritos de desposorio, bailaban y cantaban los convidados, y en alzando la mesa, les hacían presentes porque los había honrado, y no mucho después cenaban largamente, y con el regocijo y calor de las viandas, guisadas con mucho ají, bebían de tal suerte, que cuando venía la noche pocos faltaban de borrachos. Solamente los novios estaban en su seso, por haber comido muy poco, que bien se mostraban en aquello novios, y casi no comen en los cuatro días primeros; que todos sus hechos eran rezar, y sangrarse para ofrecer la sangre al dios de las bodas. No consuman matrimonio en todo aquel tiempo, ni salen de la cámara sino para la necesidad natural, que nadie puede excusar, o para oratorio de casa, a sahumar los ídolos; creían que saliendo de otra manera fuera de la cámara, especialmente ella, había de ser mala de su cuerpo; sahúman la cama cuando quieren dormir, y entonces, y cuando visitaban los altares, se vestían con la divisa del dios de las bodas. A la cuarta noche venían algunos sacerdotes ancianos, y hacían la cama a los novios. Juntaban dos esteras nuevas, que nadie las hubiese estrenado; ponían en medio de ellas unas plumas, una piedra chalchihuitl, que es como esmeralda, y un pedazo de cuero de tigre; tendían luego encima de todo ello las mejores mantas de algodón que habían en casa, ponían asimismo en las esquinas de la cama hojas de cañas y púas de metl, decían ciertas palabras, y se iban. Los novios sahumaban la cama y se acostaban. Esta era la propia noche de novios. Al día siguiente por la mañana llevaban la cama con cuantas cosas tenían, y la sangre que el novio había sacado de la novia, y la que entrambos se sangraron, sobre las hojas de caña, a ofrecer al templo; volvían los sacerdotes, y estando bañándose los novios sobre unas esteras de espadañas, les echaban uno de ellos con la mano cuatro veces agua, a manera de bendición, en reverencia a Tlaloc, dios del agua, y otras cuatro en reverencia de Ometochli, dios del vino. Empero, si eran señores los novios, les echaban agua con un plumaje; vestían tras esto los novios de ropa nueva o limpia; daban al novio un incensario bendito con que sahumase los ídolos de su casa, y ponían a la novia pluma blanca sobre la cabeza, y en las manos y pies pluma colorada; y cuando estaba así emplumada, cantaban y bailaban los convidados, y bebían mejor que la otra vez; no hacían estas ceremonias los pobres ni esclavos; pero hacían algunas, y aquéllas eran las que ligaban; ni tampoco guardaban estos ritos los que se casaban con sus mancebas; y dicen que si la madre o el padre de la amancebada requería al que la tenía se casase con ella, pues tenía hijos, que el tal hombre, o la tomaba por mujer, o nunca más volvía a ella.
En Tlaxcallan y en otras muchas ciudades y repúblicas, por principal ceremonia y señal de casados se trasquilan los novios, por dejar los cabellos y lozanía de mozos, y criar de allí en adelante otra forma de cabello. La esencial ceremonia que tienen en Michuacan es mirarse mucho de hito en hito los novios al tiempo que los velan, pues de otra manera no es matrimonio, pues parece que dicen no.
En Mixtecapan, que es una gran provincia, llevaban cierto trecho a cuestas al desposado cuando se casa, como quien dice: "Por fuerza te has de casar, aunque no quieras, para tener hijos". Se dan las manos los novios en fe y señal que se han de ayudar el uno al otro. Les atan asimismo las mantas con un gran nudo, para que sepan que no se han de apartar.
Los mazatecas no se acuestan juntos la noche que los casan, ni consuman matrimonio en aquellos veinte días, antes bien están todo aquel tiempo en ayuno y oración, y como ellos dicen, en penitencia, sacrificándose los cuerpos, y untando los hocicos de los ídolos con su propia sangre.
En Pánuco compran los hombres a las mujeres por un arco, dos flechas y una red. No hablan los suegros con los yernos el primer año que se casan. No duermen con las mujeres después de paridas en dos años, para que no se vuelvan a preñar antes de haber criado los hijos, aunque maman doce años; por esta causa tienen muchas mujeres. Nadie come de lo que tocan y guisan las que están con su camisa, excepto ellas mismas.
El divorcio no se hacía sin muy justas causas ni sin autoridad de justicia. Esto era en las mujeres legítimas y públicamente casadas; pues las otras, con tanta facilidad se dejaban como se tomaban. En Michuacan se podían apartar jurando que no se miraban. En México, probando que era mala, sucia y estéril; mas, empero, si las dejaban sin causa ni mandamiento de los jueces, les chamuscaban los cabellos en la plaza, por afrenta y señal de que no tenían seso. La pena del adulterio era muerte natural; moría también ella como él. Si el adúltero era hidalgo, le emplumaban, después de ahorcado, la cabeza. Le ponen un pechacho verde, y lo queman. Castigan tanto este delito, que no excusa la ley al borracho ni a la mujer aunque la perdone su marido. Por evitar adulterios consienten cantoneras, pero no hay mancebías públicas.